viernes, 24 de junio de 2011

Una aventura de verano. (2ª parte)





19 de Junio de 2011.

La aventura comienza.




Cuando cogí el móvil para responderles, lo primero que oí fueron gritos de terror, de auténtico terror. Podía distinguir las voces de Sami y Edgar gritando algo de un hombre, una cuchilla, o algo así. La cobertura en el pueblecito no era muy buena, y al parecer desde donde ellos estaban tampoco recibían una buena señal. Puse el manos libres para que Cris pudiera intentar descifrar conmigo qué estaba pasando. Pasaban los minutos y sólo se oían gritos y maldiciones que lanzaba el portador del móvil, del que no conseguíamos descifrar la voz. Cris y yo estábamos muertos de miedo. No podíamos gesticular sensación alguna. Nuestros rostros eran... bueno, eran rostros de dos personas que, en unos segundos, estaban pensando que iban a perder a todos aquellos que habían seguido con ellos ante el tiempo y la adversidad. Muertos de miedo. Por suerte, o por razones claramente explicables por la sobredosis de adrenalina, reaccioné. Desperté de aquel shock, e intenté despertar también a Cris.

- ... ¡CRIS! ¡Tenemos que hacer algo!
- ... - seguía con una inexpresividad digna del mejor mimo del Circo del Sol.
- ¡Cris! ¡Vamos! ¿A qué esperas para despertar?
- Joder... ¡estoy pensando! ¿Qué podemos hacer? - un completo alivio, el poder escuchar su voz de nuevo. 
- Pues... - me pilló. ¿Qué podíamos hacer realmente?
- ¿Ves? Hay que pensar algo.
- No, ¡nada de pensar! ¡Tenemos que...!



Las voces pararon. Fue como si nuestra sangre decidiera no volver a pasar por nuestras caras nunca más. Éramos auténticos Vampiros de Bram Stoker. Y, de pronto, una voz. Era Sami. Mi corazón volvió a latir, y mi faz recobró su color natural. 

- Chicos... chicos. ¿Estáis ahí?
- ¡Sí! ¡Sí que estamos! - respondí, con una euforia que no correspondía al momento, pero que sentí sin intentar evitar.
- Vale, ¿estáis asustados?
- ¿Cómo preguntas eso? ¿Tú crees en serio que podemos no estarlo habiendo oído todo... "eso"? 
- Vale, vale, tranquilo... mirar detrás vuestra un momento, que creo que hay algo esperándoos. 

Vale. ¿Qué coño es esto? Acabamos de pasar los minutos más angustiosos de nuestra vida, y esta chica nos habla como si no hubiera pasado nada. Me estaba cabreando. Pero me giré. ¡Hostias que si me giré!

- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!
- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!
- ¡CAAAAAAAAABROOOONEEEEEEEEEEEEEEEEES!

Hijos-de-puta. Se habían disfrazado de no-sé-qué monstruos. Era todo una coña. Mira, porque estaba Sami ahí, que sino los mato a todos uno a uno. 

El caso es que después de habernos "reído" un poco, y de haber repartido las correspondientes "remuneraciones" por su buen trabajo, empezamos a beber. Con la tontería ya eran las 5:30, y quedaban apenas diecisiete minutos para el perfecto amanecer que tenía planeado. Pero la cosa se desmadró. Edgar, que parecía tonto, trajo unas setas de no-sé-dónde que había comprado a no-sé-quién por no-sé-cuánto. A lo tonto a lo tonto, me liaron. Me comí tres. La recomendación para alucinar sin posibles problemas estomacales ni psíquicos era media seta por cada 50 Kg. Yo pesaba mis 74,900, pero fue demasiado. Y encima el amanecer perfecto que tenía planeado con ella se me fue a la mierda. Malditas drogas. Ahora, eso sí, me lo pasé de lujo. 


5 Días después, en el hospital de la Fe.  


- Hola.
- Hola.
- ¿Qué tal te encuentras?
- Bien.
- Ah... Tienes que tener más cuidado, ¿eh?
- Sí...
- Menudo susto nos has dado. Papá y Mamá están muy enfadados contigo.
- Vaya... es una pena.
- Podrías tener un poquito más de consideración con ellos, ¿no?
- Sí, claro, después de lo que me hicieron. Por mí, como si se tiran por un puente.
- Entonces, si pasara eso, ¿te ocuparías tú de mí? ¿O ni con esas te dignarías a ver a tu hermana pequeña?
- Ya sabes que estoy muy liado con la carrera...
- Sí, ya, siempre la mierda de excusa esa.
- Oye, habla bien. No eres ninguna cualquiera.
- Sí lo soy. Tú no me has enseñado a ser de otra forma, y Papá y Mamá siempre están liados con sus cosas. Luego, si caigo en las drogas o en algo peor, no me culpéis a mí. Culparos a vosotros mismos.

Sonreí.

- Ven, acércate un poco.
- ¿Para qué?
- Para darte una cosa que tenía guardada desde hace mucho para ti.
- ¡Anda! ¿Un regalo?
- Sí... algo por el estilo.

Se acercó. Le di el mejor abrazo que le he dado en mi vida a mi hermana. Si es que en realidad la quiero un montón, pero me gusta aparentar que no. Quiero enseñarle a ser fuerte, tener sentimiento pero mantenerse firme ante la adversidad. 

- Te quiero un montón, hermanito. - me dijo entre lágrimas. - no me vuelvas a dar un susto así.
- Tranquila. Y por cierto, ¿mañana haces algo? 
- Sí, venir a verte. Como haré hasta que estés recuperado al máximo.

Y, por muy duro y machote que quieras parecer, esas cosas te emocionan. Pero había alguien desconocido en la puerta. Desconocido e inquietante que no paraba de mirarme preocupado. ¿Quién sería? ¿Qué querría? ¿Se habría equivocado de puerta? Son cosas que, hasta que no os cuente el resto de la historia, no sabréis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario