¿En que se parecen un ciego, un
sordo, un manco, un tetrapléjico, un mudo, un síndrome de Down o un
parapléjico? Y no, no es un chiste, es una pregunta seria.
Y es que al visualizar estas
palabras, de inmediato nos pasan por las mientes conceptos tales como
discapacidad, deficiencia o minusvalía. Palabras fuertemente arraigadas en
nuestro lenguaje cotidiano. Sin ir más lejos, la gente, una vez alcanzado el
punto denominado: “estoy hasta los huevos de encontrar un sitio para aparcar el
coche”, llega en ocasiones al recurso de hacerlo en una plaza reservada para
“minusválidos”. Lugares de similar nombre encontramos en los lavabos o
pensiones públicos. No en vano, en nuestras propias leyes jurídicas
encontramos el uso de tal terminología para designar a “esas personas
especiales”. Tomémonos, sin embargo, un momento para analizar tales palabras,
empezando por conocer la definición de las mismas facilitadas por la OMS, a
saber:
- Deficiencia:
“Es toda perdida o anomalía de una estructura, o función psicológica,
fisiológica o anatómica.”
“Una deficiencia es toda perdida o anormalidad de un órgano o de la función propia de éste (1980-83).
“Una deficiencia es toda perdida o anormalidad de un órgano o de la función propia de éste (1980-83).
- Discapacidad:
“Es toda restricción o ausencia (debido a una deficiencia) de la
capacidad de realizar una actividad de la forma, o dentro del margen, que se
considera normal para un ser humano”. Para la OMS. Vendría a ser la consecuencia que la deficiencia produce en
la persona.
- Minusvalía:
“Es una situación de desventaja para un individuo
determinado, de una deficiencia o de una discapacidad, que limita o
impide el desarrollo de un rol que es normal en su caso, en función de la edad,
sexo y factores culturales y sociales.”
Ahora bien, me gustaría resaltar aquello de “…que se considera normal para
el ser humano”. Porque, sinceramente ¿Qué consideramos como tal? Si querer
extenderme en este tema para profundizar más en una próxima ocasión, intentaré
esbozar, a grosso modo, una posible respuesta a esta pregunta:
Partamos de la premisa de que toda sociedad, (habida o por haber) fue, es o
será imperfecta. Ahora bien, para poder organizarnos y convivir en este océano
de caos al cual denominamos mundo, tendemos a construir nuestras sociedades
entorno a una idea, creencia o concepto perfectos. Nos encontramos, por tanto,
con que estos modelos son escogidos por convenciones entre la mayoría de los
integrantes de un colectivo en base a un contexto histórico, político,
económico, social o cultural determinado, y por tanto, no son conceptos
"verdaderos y eternos", sino subjetivos y sometidos al cambio.
Además, dadas las características del ser humano, tales modelos de perfección
nunca podrán ser alcanzados.
Aceptamos, no obstante, este modelo como el estándar, "lo
normal", al ser la visión compartida por las mayorías. ¿Que ocurre,
entonces cuando un colectivo dentro de una sociedad no es partícipe de esta
concepción del mundo? La respuesta es simple: discriminación. Múltiples ejemplos
han pasado ante los ojos del tiempo y han perdurado hasta nuestros días, como
la discriminación a las mujeres, a los extranjeros y, sobre todo, a los
"minusválidos", personas que, como indica el término, son "menos
válidos" que las personas "normales".