martes, 12 de julio de 2011

MEMORIAS DE UN AMNÉSICO II




- Hasta ahora nos hemos limitado a deducir lo que no era, sin embargo, creo conveniente que tras haber eliminado una cantidad tan paupérrima de empleos u hobbies en comparación con la cuantiosas habilidades de las cuales a echo gala en las últimas semanas, es el momento de que nos centremos en lo que realmente si era.

-Excelente, doctor, muy agudo. Creo que he de estarle sinceramente agradecido por haberme "dejado" pasar estos maravillosos días mientras me decía que no fui barrendero, drogadicto, moroso, esquizofrénico, limpiador de fosas sépticas, utillero ni matón a sueldo. Gracias, de verdad.

-No se moleste, no hay porque darlas. Pero quiero recalcar sobre la importancia del trabajo realizado hasta ahora. Al comienzo de nuestra extraña investigación carecíamos, al margen del horrendo tatuaje de su antebrazo, de cualquier recuerdo u objeto procedente de su vida anterior. Su memoria en ese sentido era nula, de modo que no teníamos hilo alguno de esa clase del cual tirar para iniciar nuestras pesquisas. Por tanto, solo nos queda usar la lógica y la analítica. Sin embargo, quiero hacerle notar, antes de empezar a nadar en aguas mas profundas, que a pesar de su amnesia, la región del cerebro encargada de retener sus habilidades permanece intacta. Las habilidades que posee cada uno nos dicen bastante sobre el pasado y la personalidad del individuo en cuestión, ya que se adquieren según la necesidad de afrontar algún problema en la vida, según las inquietudes del sujeto o las relaciones con el medio y personajes que le rodean. Por ejemplo, una persona de ciudad tiene todos los billetes de ida al infierno si de pronto la dejásemos en medio de una selva aun virgen para el hombre civilizado. Lo mismo podríamos afirmar del nativo de esa misma selva en una situación a la inversa. Sin embargo, ambos sobreviven en sus respectivos medios gracias a que poseen habilidades que han debido desarrollar para adaptarse al medio que les rodea. El ciudadano no sabe lanzar flechas y el indígena pensaría irremediablemente en magia. Esto nos serviría para identificar a grandes rasgos la procedencia de cada uno. Por ese motivo quise iniciar la investigación recabando la mayor  información posible sobre sus habilidades para tener un marco estable en el cual trabajar en adelante. Ahora nos queda pintar el lienzo.





-Por lo que voy entendiendo, ahora estoy completamente seguro de que no soy un indígena que se escapó de la selva. Que gran comienzo. Gracias, es toda un revelación.

-Veo que sigue sin confiar en mi método, ¿me equivoco?

-Sabia deducción. Está usted hecho un lince, se nota que es todo un experto.

-Cuando deje a parte sus ironías y le demuestre la eficacia de mi método, comprobará cuan equivocado puede estar.

-Permítame dudarlo. Para empezar ¿no sería mejor analizar en primer lugar mi personalidad? creo yo que sería lo mas lógico.

- Anóteme otra discusión ganada ¿Creo que el marcador es de 4-15 a su favor, no? Me voy acercando. Y ahora procederé a relatarle el porque de mi victoria. Piense que su mente es como un puzzle. Es como un rompecabezas (nunca mejor dicho) ya montado y completo pero en el cual, por azares del destino, se ha borrado la imagen que formaba. De modo que ahora seguimos teniendo todas las piezas, en su correcto orden de colocación, pero no tenemos la imagen. Sin embargo todo está ahí pero ¿de que nos sirve el puzzle entonces si no muestra nada? ¿Que podemos hacer con el? Lógicamente, tirarlo a la basura. ¿Pero y si de pronto el puzzle toma conciencia de si mismo, empieza a hablar y no se deja tirar? Obviamente, forzarlo a hacerlo. Pero de pronto, esa vocecilla interna que todos poseemos, tan molesta e incordiosa en ocasiones, nos impide hacerlo. Nos da tanta lástima que, pobre de mi, decido ayudarlo y...

-¿Usted? ¿Pero no estaba hablando de un supuesto rompecabezas? Mire que al final voy a pensar que planeaba lanzarme al contenedor orgánico.

-No se preocupe, ahí está prohibido tirar escombros.* Bueno, como iba diciendo, el caso es que decidimos ayudarlo. Y da la casualidad de que, entre la montaña de ropa usada y la silla de la habitación encontramos una fórmula que nos permite recomponer una por una las piezas. La llamaremos, a falta de otro nombre, "Ctrl. Z". Y, en un puzzle, ¿cuales son las piezas que montamos antes?

- Las de los bordes, evidentemente.

-Efectivamente. Después continuamos desde fuera hacia dentro. Y en nuestro extraño acertijo, las piezas de los bordes representan sus habilidades. Siguiendo el orden anteriormente establecido, nos encontraríamos con su personalidad, las circunstancias en las cuales le encontramos y,  finalmente, su subconsciente.

-Según un orden inventado por usted mismo.

- Exacto, por la misma persona que le da cobijo, alimento, ropa nueva y que trata de ayudarle a recuperar su memoria en sus horas libre.

-Toche.

-Bien, si no hay más que añadir, comenzaré de nuevo. Las habilidades de cada uno...

-¡¡¡Espere un momento!!!

-¿!¿ El que, sucede algo?!? ¿Empieza a recordar? ¿Le a venido un flashback?

- No...¿Puedo ir al servicio?

-Al fondo a la derecha.

CONTIUNARÁ (en muy breve)



* Para los que vayan a la Moreria, este chiste puede que os suene. Todos los derechas reservados a Caravaca.

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