sábado, 29 de junio de 2013

Suspiros...

Como olas en el mar, 
suspiros, suspiros sin parar.
Como el viento en la mañana,
suspiros, suspiros que vienen
y suspiros que van.


Como la luz tenue de la vela durmiente, como la tenue oscuridad que queda en el ambiente cuando el verano azota, remueve las almas con su energía y no hay calma, la claridad se vuelve filosofía y no hay vuelta atrás, las situaciones cambian y las personas se marchan, los que estaban se van y no retornan, pero el recuerdo del sentimiento es más fuerte que cualquier objeto, pues la emoción, guiada y extenuada por el tiempo de la vida, es transportada junto al dueño del objeto de deseo, que viaja tranquilo y sin apuro, pues el camino que le espera es duro, y sin embargo, sin ceder ante las rupturas del pensamiento y sin esperarse ni un momento, agita su conciencia y se vuelve, magistralmente, contra aquello que le sigue: El recuerdo de su propio conocimiento.


Pues el viaje es largo pero el camino es corto, los baches son profundos hoyos. Pero la vida, la verdadera vida, no es más que el tránsito de la nada a la nada, habiendo pasado por ser cualquier cosa, pero sin dejar de ser, en lo común total, nada más que algo, que algo que pareció que iba a ser, pero que al final, se quedó sin ser... nada.